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jueves, 28 de enero de 2016

Hogar dulce hogar...

Penúltima escena...
La inquietante historia de Patxi el desencarnado sobador de la calle Pelota.
Escena cuatro.
Hogar dulce hogar.
Hizo de el salón Chari´s su casa y de las niñas su familia o casi. Cuando se duchaban las miraba embelesado, un día tras otro.
Sintió mucho que Moni se marchara, dijo algo que algo raro estaba pasando y que le daban escalofríos continuos. Al despedirse de sus compañeras les dijo:
- Tened cuidado, creo que en este sitio hay algo…
- Ay Moni no nos asustes…joooo dijo Sara la morena del barrio de Santa María.
- ¿No os habéis sentido observadas?… - entonces entró madame Chari´s.
- No quiero corrillos, cuentos ni chismes. – Pero ella era la primera que sabía que algo raro se había instalado en salón psico-esteta.
Patxi se apegó más y más a su nueva casa, un día quiso salir a dar unos bandazos por la calle Pelota y no pudo franquear la puerta, le dio igual, tan a gusto estaba allí.
Sabía que las chicas estaban mosqueadas, por ello, se volvió prudente, aprendió a calcular la distancia a la que ponerse para que ellas no se coscaran. Pero Pili la pelirroja era mucha Pili. Estando en la ducha, viendo su bello y escultural cuerpo bañado por espuma y agua fresca se le fue la “no olla”, se acercó e hizo que el jabón se le cayera de las manos, literalmente saltó de ellas, pero la chica no se percató de nada, ya que de todos es sabido lo voladores que son los jabones mojados. Pili se agachó abriendo las piernas para no caerse y resbalar, en ese preciso instante Patxi se convirtió en el fantasma vasco sobador..
Pili sintió una invasión en sus partes íntimas, fría e intensa, como si un reptil de sangre fría se le hubiera colado por los bajos.
El grito atrajo a dos de sus compañeras que la intentaron calmar, la ayudaron a secarse, espuma incluida.
- Algo me ha tocado, lo juro, algo me ha tocado, repetía sin cesar.
Patxi se cuidó mucho, en las siguientes semanas en no mover un solo “no dedo”. Pero la cabra tira al monte y un día se volvió a repetir la cosa, esta vez con Esther un poco caballuna era esta cordobesa de melena negra. Patxi se acercó hasta abrazarla, ella puso el agua más caliente, entonces tiró el gel y, al agacharse, sin más preámbulos, Patxi el sobador le metió toda la “no mano” por el coño, quedándose muy, muy a gusto con la experiencia, pero sellando su futuro.
La avaricia rompe el saco, a partir de aquel día ni una sola chica entró en la sala de descanso, y mucho menos, en la ducha.
Patxi primero se entristeció por el desaire tan grande, luego se fue cabreando que es la otra cara de la moneda. Se enfadó como no lo había hecho en toda su vida y mira que había tenido oportunidades para hacerlo. Pero se conoce que la vida de fantasma tenía su aquel. Entonces, empezó a dar por culo de verdad; una larga cadena de sucesos que incluían tirones de pelos, palmetadas en los culos escurridizos, cepillos voladores, termostatos majaretas de recipientes de la cera…el caos. La verdad es que se estaba divirtiendo como nunca lo había hecho, aprendió incluso a encender y apagar las luces para terror de los vivos.
Los clientes, asustados por la cantidad de fenómenos paranormales fueron desapareciendo. La voz se corrió por todo Cádiz y todos los curiosos y frikis se fueron agolpando, cada día, en la puerta de Chari´s. Incluso llegó un equipo de cuarto milenio que Chari mandó a tomar por culo de inmediato. Tuvo que cerrar.
Chari, desesperada y sentada en un sillón de masaje, después de mucho cavilar y de que el secador de pelo se pusiera en marcha a tope de potencia, vislumbró una posible solución.
- A grandes males, grandes remedios – y dirigiéndose a la pared en la que no estaba Patxi dijo: Te vas a enterar tú de lo que vale un peine fantasma de mierda.
Aquello le fastidió mucho a Patxi, mosqueado se acercó a la oreja y le pegó un bocinazo que la Chari, por supuesto, no oyó pero que le dejó el cuerpo hecho unas bragas de esparto. La Chari salió con los pelos de punta a la calle, como si le hubieran dado una descarga eléctrica. Con las bullas se enganchó la falda en el pomo de la puerta que simulaba un león rampante y, en bragas, corrió despavorida Pelota abajo hasta llegar a la Catedral y, al ver la cara de la gente, se dio cuenta de que, para un día que salía en pelotas se había puesto la braga faja, con la de tangas tan monos que ella tenía. Muy dispuesta se acercó a un guiri que leía el Financial Times, cogió la página 24 para delante y la 25 para detrás y, muy digna se fue en busca de Don. Felipe.

Sed felices o, al menos, intentadlo

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