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martes, 26 de enero de 2016

Un mal dia lo tiene cualquiera...

Escena dos.
Un mal día lo tiene cualquiera.
Parado delante de la peluquería, Patxi abrió la boca pasmado.
- Ay va la hostia – murmuró al ver el cambio de imagen del local.
El cartel de peluquería Chari, que recordaba, había sido sustituido por otro enorme en el que se podía leer: CHARI´S PSICOESTÉTA INTEGRAL. Recordaba a Chari, una señora de mediana edad, siempre sonriente, correosa a la hora del regateo, con una pinta de sangre bereber.
Patxi se ajustó los pantalones, se colocó bien un huevo díscolo que se había perdido en el calzoncillo dos tallas más grande que se había puesto esa mañana y entró en salón de belleza integral.
El local había dado un giro de 180 grados, no sabía muy bien en qué dirección pero era evidente que aquello era diferente a todo lo que Patxi había visto en su largo peregrinar. Después de tirar varios tabiques había quedado un enorme, ancho y largo pasillo con cubículos donde media docena de mujeres de bandera y trono atendían a una tropa de toripollos (Def. Toripollos: metrosexuales, fuertemente hormonados con pectorales de gladiador y patitas de gallina). Algunos estaban depilando sus abultados pechos, otros las cejas hasta parecer el fantasma de Falete.
Patxi se acercó con los brazos abiertos a la Chari.
- ¡Cómo ha cambiado el negocio, que maravilla!
- Ya ves hijo, renovarse o diñarla y yo, la verdad que quiere que te diga, no tengo ganas de pasar a mejor vida.
Patxi tuvo que concentrarse en la escucha atenta a fondo para no distraerse con las hermosos y juveniles traseros, tapados por unas falditas de tipo tenista, por los muslacos brillantes y por esos tops que apretaban unas pecheras de infarto. Para disimular enfocó la sala de espera donde unos pocos chicos miraban, ya que éstos no habían leído en su vida más que la etiquetas de los botes de proteínas, unas revistas de papel brillante y tíos y tías postureando.
Después de un buen rato de tira y afloja, la venta fue buena, Patxi supo ver el filón y le encajó una gama de productos de última generación de depilación masculina que incluían un expositor gratis, cremas de promoción gratuitas y 32 papeletas de un sorteo de un jamón de pata negra y un viaje por las islas griegas en un crucero VIP para dos personas.
La Chari a la que no se le conocía varón, acordó, en explícito trato verbal, que si le tocaba se iban juntos a jamarse la pata de jamón en el camarote del crucero y, si quedaba tiempo, ver alguna cosa de los griegos esos. Después de sellar su acuerdo con un abrazo que dejó la puerta abierta a otras que, si el destino lo quería, serían abiertas, se marcharon de tourné por el local.
Patxi saludó y besó a cada una de las chicas, ellas eran el futuro, seguro que le tocaría venderle a alguna cuando se independizaran.
Al final del pasillo, la Chari le enseñó con orgullo una gran estancia de descanso para las chicas, mesa camilla vestida, sofá ches long, y al fondo de la sala una puerta que daba a unos vestuarios, con sus taquillas y todo y, al fondo, una ducha para tres personas con chorros por todos lados.
La verdad es que no me lo pensé mucho, cuando me tocaron los ciegos, me tiré al monte y como no quiero dar un palo al agua y volver a coger el cepillo y la tijera, me dije: si las tienes contentas, le pagas bien y las mimas un poquito, saldrás ganando…y eso he hecho…ganar.
- ¿Qué vas a hacer con tasta pasta, pues?
- Pues que va a ser, hijo, parece mentira que seas de Lekeito, vivir la vida y seguir viviéndola cuando ya no tenga ganas de estar al pié del cañón.
Patxi se despidió con su enorme vozarrón y un par de chascarrillos que hicieron reir a todas las chicas sin excepción y que provocaron la indiferencia de los toripollos para los que Patxi no era más que una pobre bola de grasa. Patxi, prudente y profesional los saludó cortésmente.
- Adiós caballeros, ustedes lo pasen bien.
Salió a la calle y un bofetón de aire caliente le golpeó la cara, a la vez sintió como si le diera una patada en el pecho un caballo percherón. Anduvo dos o tres pasos, la cosa iba mal porque se había dejado los maletines en la puerta de la peluquería.
Se tambaleó y dos segundos después su corazón, literalmente reventó; los transeúntes pudieron ver como aquel hombre con una media sonrisa teñida de angustia se desplomaba sobre los adoquines con gran estruendo. Un joven fue el primero en acercarse e intentar ayudarlo, pero ya nadie podía hacerlo.
Se vio tirado como un fardo mientras le daban cachetitos en los mofletes, pronto la calle se lleno de gente, todas las chicas salieron y se arremolinaron detrás de la Chari que, con las manos en la boca, ahogaba un grito. Los toripollos salieron un poco más tarde, se conoce que las hormonas enlentecen los reflejos, se colocaron detrás de las niñas y Patxi vio sin ojos como uno de los mamonazos aprovechaba para meterle un rabo a la pelirroja.
Patxi se dio cuenta de que estaba más muerto que una pescadilla, además la carita del chaval y lo que salió de su boca no admitía dudas.
- Frito, este tío está fritito. – comentó mientras intentaba cogerle el pulso en el cuello.
- Los cojones frito, chaval, aquí estoy. – gritó Patxi sin voz.
Alrededor, por encima, abajo, derecha e izquierda Patxi sintió una fuerza, una llamada bañada en luz verdosa fluorescente, era como cuando la marea bajante tira de ti. Algo le susurraba…Ven
- Los cojones ven, yo me quedo aquí…
Y en ese preciso instante Patxi se convirtió en el vasco errante de la calle Pelota.

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